REVISTA PASILLOS
I.E.S. José Jiménez Lozano
RINCÓN DEL ALUMNO




CALIGRAMAS
La trayectoria literaria de don José Jiménez Lozano es un valioso legado que intentamos difundir entre nuestros alumnos. Su obra, llena de elocuentes silencios, penetra en los adentros del hombre sencillo y de alma limpia. Consideramos que no hay nada más gratificante para el ser humano saber que los pasos que ha dado en su vida dejan una huella indeleble que indica el camino que será seguido por otros y, en el caso de un escritor, saber que las palabras esparcidas en sus libros penetran y vivifican el ánima. Eso es lo que sucede con don José.
En esta obra que le presentamos hemos partido de los propios poemas de Jiménez Lozano. Los alumnos los han leído y aprehendido; sus versos han sido el pilar sobre el que, posteriormente, han elaborado su pequeño trabajo escolar, unos caligramas basados en los poemas del maestro. Son los alumnos del instituto, de este instituto nuestro que lleva con orgullo su nombre, los que han realizado para usted, maestro de maestros, con un enorme cariño e ilusión esta pequeña obra. El trabajo realizado rezuma la frescura y el candor de espíritus ingenuos que se están abriendo a la vida, vacíos de ideas preconcebidas, almas inexpertas en el complicado mundo literario.
La presente actividad se inscribe dentro del programa que estamos realizando en la II Bienal José Jiménez Lozano 2013-15 bajo el título “El mundo de los libros”, con el objetivo de fomentar los hábitos de lectura de nuestros alumnos.
Por eso, vaya desde estas líneas y desde esta su Casa de Enseñanza, nuestro agradecimiento permanente a D. José, a quien van dirigidas estas obrillas que a veces se nos caen de las manos. Siempre ha sido un ejemplo de buen hacer, honestidad y disponibilidad hacia esta Comunidad Educativa que tanto le aprecia.
La Comunidad Educativa del IES José Jiménez Lozano
Valladolid 2013-2014
PÁGINA WEB DE LOS ALUMNOS DE 4º E.S.O.
LITERATURA UNIVERSAL
La lectura y la escritura tenían que hacerse importantes para estos alumnos.
Casi sin imponer nada, se partía de propuestas:
Un tren en invierno, ventanas encendidas; o bien,el cuadro del Desembarco Santa Paula, con la imagen inquietante de alguien asomado al balcón; o bien, el cuadro de la laguna Estigia con la terrible visión del infierno no había disculpa... sólo leer y leer.
Luego vino el blog, enseguida empezaron a elaborarlo; por fin , construían su espacio propio.
Y luego nos reímos mucho...Por qué no.
ALUMNOS DEL CURSO 2013-2014
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CONCURSO LITERARIO
LA LUZ DEL ALMA
La luna buscaba
Buscaba en tu alma
Un alma pura
Como la nana
Que la madre a su hijo canta.
Como la niña que,
En la puerta prohibida,
Coloca la señal de vida.
Como la luz
Que tus ojos proyectaban.
Como las cenizas
Que no se apagaban.
Como el eclipse
Que tu mirada cegaba.
Al darse cuenta, la Luna,
A llorar se limitaba.
Dentro de ella
Se encontraba
La dulzura personificada.
Berta Vallecillo Arenillas
(2º ESO D)
EL BOSQUE MISTERIOSO
ADVERTENCIA: Los hechos de esta historia pueden estar basados en inexplicables y misteriosos hechos reales; una vez que empiece a leer, luego no diga que no le avisé.
Hace muchos, muchos años:
Hubo una vez unas niñas que fueron al bosque a recoger bayas para la tarta de su madre. Una de ellas se llamaba Esther; tenía el pelo rojo, con ojos azules y cargaba una mochila llena de utensilios y herramientas. La acompañaba su hermana Lisa, morena con mechas rubias y pecas en la cara. Caminaban tranquilamente, cuando una de ellas tropezó con una bicicleta tirada en medio del camino. Se asombraron al saber que era una bicicleta para niñas, porque llevaba una pequeña cesta de color rosa tapada con una manta.
De repente, se asustaron al oír un ruido que procedía de la cesta. La destaparon y vieron un móvil algo polvoriento. Cogieron un trapo y limpiándolo, contestaron a la llamada. El gemido escalofriante que escucharon las dejó petrificadas. Sin control, corrieron huyendo de tal llanto hasta toparse con una muchacha tirada en el suelo; sollozaba desconsoladamente. Se acercaron a ella, y le preguntaron con calma, pero nerviosas:
- ¿Qué te sucede? -le preguntó Lisa.
- Me he tropezado mientras huía de una tenebrosa sombra negra que me perseguía.
Esther y Lisa se miraron mutuamente y por fin, una de las dos dijo: - Venga levántate…Dinos… ¿Qué haces tú aquí y por qué te seguía esa sombra? -le preguntó ayudándola a levantarse.
- Pues, resulta que soy huérfana… Cuando era muy pequeña, mis padres y yo vivíamos en una granja, al lado de un pozo abandonado del que no manaba agua. La gente del pueblo conocía una misteriosa leyenda que trataba sobre la casa en la vivíamos. Yo tenía un amigo; era un extraño anciano conocido como el “loco del pueblo”; le daba calderilla todas las tardes que me lo encontraba cuando regresaba a mi casa. Vivía en un callejón oscuro y algo húmedo. En ocasiones, me sentaba delante de él; empezaba a rascarse la cabeza. Luego, ponía cara pensativa y sobre su mano derecha apoyaba su barbilla. Mientras, tenía la mirada perdida, fija en cualquier punto indefinido. Entonces, comenzaba diciendo:
- “Todas las noches, aquellos que habiten en esa casa estarán maldecidos para siempre. La sombra de la ultratumba saldrá de su cuerpo sin vida, poseerá los cuerpos de esos infelices, noche tras noche, hasta oscurecer por completo su alma y, no parará hasta conseguirlas todas”.
La niña les hizo un descubrimiento espeluznante: la sombra que la perseguía era la del antiguo dueño de la casa en la que ahora ellas vivían. Su desazón y estupor no podía ser mayor.
Igualmente, la pobre huérfana les contó su desgarradora historia. Sus padres tristemente desaparecieron; una noche su madre, la siguiente su padre. Pasó un tiempo y ningún otro suceso inexplicable ocurrió, hasta que apareció la temible sombra…
¡Entonces eché a correr hacia el bosque! Perdida entre la maleza, tropecé con aquella bici rosa que hay allí. Perdí el conocimiento, no sé durante cuánto tiempo, pero caí en un sueño profundo. – exclamó la angustiada niña.
Estuvo narrando su recuerdo traumático durante bastante tiempo más; mientras, nuestras protagonistas la escuchaban tan ensimismados que perdieron la noción del tiempo.
¡Rápido! Tenían que regresar a su casa cuanto antes.
Recelosas, llamaron a la puerta que abrió su madre.
- Hola mamá. Llegamos un poco tarde -dije Esther fatigada tras subir corriendo las escaleras-.
- Ya lo veo, no hace falta que me lo recuerdes -le replica su madre-.
Ante los ojos de las niñas, una mujer joven, de 27 años, con el pelo moreno y ondulado y con las puntas de los cabellos de un rojo granate muy llamativo, al igual que sus pestañas, las contempla sospechosamente con unos claros ojos grises, casi transparentes. Es una mirada inquietante y misteriosa que hace que la sangre se les hiela. ¡Esa mirada amenazadora prometía una cruel venganza! ¿Quién es ese espectro que tienen delante? Sus piernas tiemblan y se quedan sin habla.
La leyenda del anciano se ha cumplido.
Samuel Cadenas Castaño
(1º ESO C)

HASTA QUE…
Hasta que mi navaja sangre
por culpa de un hombre
o un absurdo nombre
y se manche de odiosos adioses
de licor de dioses
mi boca de la tuya siempre tendrá hambre.
Hasta que mi cuerpo aguante
me guardaré el talento
de tener tanto talante
y ser tan poco elegante.
Hasta que mi boca calle
en un sucio folio escribiré de mi vida
todo detalle.
Hasta que el corazón me falle
o me quede sin aire
y la muerte me invite al baile,
hasta que me sienta libre
seré un triste sensible
que se cree invencible,
hasta que ya no quede nada
ni siquiera una palabra.
Daniel Valdajos Romero-Caballero
(3º ESO A)
UN CAMBIO DE DESTINO
Llevaba mucho tiempo colocado en la librería, en compañía de otros libros que, como yo quería ser leído. Un día sucedió que alguien me vio, me leyó y me metió dentro de una gran caja. Allí no estaba solo, había muchos libros, libros de todas clases: los había duros, blandos, gordos, delgados, grandes y otros más pequeños. Enseguida me di cuenta de una cosa, algunos estaban muy estropeados, con las esquinas dobladas y desgastadas y sin embargo yo estaba completamente nuevo, como recién sacado de la imprenta.
Al principio me sentí fuera de lugar en una caja tan grande y con libros tan diferentes a mí. Me llevaban de un sitio para otro, y sentía el ruido que se organizaba alrededor. Debía de ser un colegio porque se acercaban muchos niños y empezaban a sacar los que más les interesaban. No sé qué es lo que pasaba pero los niños rebuscaban en la caja y me hacían a un lado, alguna vez, alguno de ellos, por curiosidad, abría mis páginas, me observaba un rato y me devolvía a la caja.
Así pasaron muchas semanas hasta que un día la profesora me cogió entre sus manos y me presentó ante un grupo de niños, les dijo mi nombre y con gran interés les leyó todo lo que estaba escrito entre mis páginas.
Desde ese día mi vida cambió. Los niños me descubrieron y les gustó lo que había dentro de mí. Tan pronto como la caja de libros aparecía en cualquier clase, un montón de niños se acercaban y empezaban a buscarme, incluso decían mi título. ¡Era increíble!
Me sentí tan importante que empecé a disfrutar de todas las sensaciones de ser famoso: los más pequeños me chuperreteaban entero, otros me usaban de sombrero y otros muchos se detenían a observar los dibujos que había junto al texto. Había veces que incluso se peleaban por mí, sentía los tirones, cuando varios niños me querían al mismo tiempo. Empezaban a compartirme y se colocaban en torno a mí, para pasar hojas de una en una, para hacer volar su imaginación y para al final aprender a leerme sin ayuda de nadie.
Hoy soy un libro usado, desgastado, con las esquinas dobladas. Tengo celo por todas partes y me han reparado varias veces. Ahora soy un libro viejo. Estoy orgulloso de serlo porque mi estado se debe a heridas de guerra, del uso diario de unos niños que me han convertido en el libro más querido de la caja, y eso me hace sentir que mi vejez ha valido la pena.
Álvaro Valentín Santamaría
(3º ESO B)
2000 PESETAS
Aquella noche conseguí mi libertad. Besé cálidamente en la frente a mi hermana pequeña Trisha que dormía acurrucada junto a mamá. Alguna lágrima traicionera se deslizó por mi mejilla; no quería perderlas, pero ya lo había decidido. Me aseguré de que la luna fuera el único testigo de mi huida y salí corriendo bajo la lluvia en dirección a la carretera comarcal. Un pequeño carromato lleno de paja fue mi incómodo transporte hacia mi nueva vida, pero no estaba en situación de quejarme. Debía de salir del pueblo cuanto antes, ya que los cobradores llegarían dentro de una semana en busca del impuesto que había que pagar para no ser reclutado: 2000 pesetas que me eran imposibles de reunir. La guerra no estaba hecha para chavales de 16 años como yo, pero por el dinero y el triunfo, el Estado es capaz de reclutar a cualquiera, por lo que huir era mi única opción.
Tras lo que me parecieron semanas, llegué a la pequeña cabaña abandonada de mi difunto abuelo Jasper. Estaba en medio de ninguna parte, junto con otras dos viviendas que parecían inhabitadas; era justo lo que necesitaba. Pagué al conductor con un trozo de pan húmedo y algo de queso que debería haber sido mi cena, y entré cautelosamente. La oscuridad reinaba en aquellas cuatro paredes y, al encender un quinqué, el resultado no mejoró. Mugre y dejadez tras los años habían corrompido cada tablón de madera y, como no tenía dinero, así permanecerían. El segundo piso estaba lleno de viejos trastos inservibles y un colchón roído. La humedad del ambiente caló hasta mis huesos y mi estado de soledad me hizo ver que mi despreocupada vida anterior había pasado a ser un lejano recuerdo que parecía irreal. Logré dormir a pesar de mi inquietud, la cual me produjo horribles pesadillas sobre la vida en las trincheras.
Sobresaltado, desperté al oír pasos cercanos a la casa. Miré por la ventana con sigilo y pude verla como si fuera una flor que sobresalía entre los charcos embarrados. Los trapos que vestía no cegaban en absoluto su belleza, ya que su hipnotizante cabellera pelirroja enmarcaba los rasgos firmes de una campesina haciendo la colada. No pude evitar salir corriendo al ver cómo el viento se llevaba una sábana ajada que se le escapó y, a cambio de recuperarla, supe su nombre: Evangeline. Su voz hoy aún sigue resonando en mi cabeza. Reflejaba sufrimiento y entonces sentí la alocada necesidad de ofrecerle ayuda, pero comprendí que solo le acarrearía problemas; al fin y al cabo seguía huyendo de mi deber por la patria. Tan solo disfrutábamos de esporádicos momentos de compañía a lo largo del día, donde entablábamos conversaciones pobres e innecesarias según ella. Pero yo luchaba por su compañía, ganándome poco a poco su confianza. Ahora que ella estaba conmigo, pude adaptarme plenamente a mi vida.
Una mañana apareció en mi puerta una carta y un pequeño paquete a nombre de mi madre. Contenía la cajita de música de Trisha cuya melodía sonaba en mi cabeza desde que tenía memoria. Recuerdos felices estropeados al leer la carta. Mis lágrimas la emborronaron, aunque lo prefería, ya que no quería creer lo que ponía. Mi pequeña Trisha murió disparada por error. Me negaba a asimilarlo. Entonces Evangeline apareció en la puerta y su mirada mostró por primera vez cariño. Sus palabras me dieron fe: “Levántate y deja de lamentarte por algo que ya no puedes cambiar. Simplemente sigue viviendo y mientras tanto, recuérdala.” Esa tarde recordé todo lo que había vivido junto a ella y feliz, me vi corriendo a su lado en las tierras de papá.
Mi sueño fue interrumpido por un golpe seco y numerosos pasos. Voces gritaban mi nombre y al abrir los ojos, un grupo de soldados me rodeaba. Me tiraron a la cara un uniforme y, a punta de pistola, me lo puse. No hacía falta dar explicaciones y discutir con ellos solo me daría problemas, por lo que resignado, acepté mi destino. Esa misma noche estaba en un avión hacia la guerra donde soldados como yo, traídos a la fuerza, miraban con pena fotos de familiares y sus ojos, llorosos por el miedo a lo desconocido y a lo ya vivido, imploraban volver a casa. Mientras tanto, yo me dedicaba a no pensar; se puede vivir sin pensar. El tenso ambiente fue roto cuando nos entregaron una mochila con lo necesario y un fusil por cabeza. Al llegar, el deprimente panorama de desolación se extendía bajo la fina lluvia. En un furgón llegamos a las trincheras. Allí el olor a podredumbre desprendido por los cadáveres se impregnaba en el ambiente y tras el alambre de espino se veía un amplio paraje desolado cubierto de lodo y trampas enemigas. Los soldados que llevaban allí un tiempo estaban cansados, inquietos y muy malheridos. Decidí luchar para recuperar a Evangeline y volver a mi vida anterior.
* * *
Llevo tanto tiempo aquí encerrado sufriendo el ataque enemigo que ni recuerdo si son meses o años. Nunca sé cuándo recibiré el golpe de gracia y ya he perdido toda esperanza en regresar y no recuerdo lo que me animaba a luchar, tan solo que me llamo Chess y una pequeña melodía ha sobrevivido en mi cabeza. Ni siquiera recuerdo por qué escribo esto. Ya estoy harto de esta guerra.
Un disparo se oyó en la habitación de Chess y la sangre lo cubrió todo. El número de suicidios era incontable entre las trincheras. Arrojaron su cadáver de 19 años a una fosa común y no le dieron más vueltas.
Clara García Reguera
(4º ESO C)